Habiendo introducido la tendencia del DIY la semana pasada, es pertinente ahondar más en este ámbito. Una de las características destacables de la colaboración entre marca y usuari@ es la personalización.
El hecho de que un producto sea único gracias al diseño singular e irrepetible de un artista, lo convierte en algo artesanal.
La artesanía se remonta a lo más antiguo de la creación humana. Su etimología deriva de las palabras latinas «artis-manus» que significa: arte con las manos. Esto nos traduce que cualquier artefacto realizado con las manos humanas es considerado una artesanía.
Ahora bien, si a moda nos referimos, la huella humana y personalizada es aquello que define y distingue a un producto en serie de uno manual. La imperfección de la huella irregular es lo que se anhela en quien busca este estilo de diseños, se busca en cada uno de los productos que adquirimos y creamos.
La razón detrás de este cambio de mentalidad a la hora de consumir responde a la ruptura de estereotipos retrógrados y a la necesidad de conexión real.
Tras haber experimentado la reclusión obligatoria con un pánico que traspasó fronteras, hoy nos encontramos frente a la respuesta masiva y casi uniforme de querer ser libres y conectar de formas alternativas. En términos generales, estamos buscando el sentir de forma desesperada.
De este modo, buscamos humanidad en todo lo que nos rodee. Luego de experimentar una crisis de organización social y el replanteamiento de valores, queremos sentirnos acompañad@s y unid@s para construir un futuro mejor. La posibilidad de conectar humanamente con otros, a través de su obra, es un lujo.
Estamos intentando revivir prácticas antiguas que han sido olvidadas en pos del capitalismo.
La historia única de cada pieza nos permite darle un valor sentimental y apostar por la durabilidad, adaptabilidad y sustentabilidad de la industria. Estas tres características se han convertido en pilares a la hora de proyectar una industria de moda más consciente.
Como consumidores diarios nos adaptamos día a día a estos tres pilares, ya que conlleva un cambio de base de estructura y comportamiento esquemático y espontáneo. El capitalismo nos ha enseñado a llenar vacíos con elementos materiales; y qué más placentero que llenar un vacío de forma instantánea y abundante.
El 2020 nos forzó a replantearnos la asiduidad con la que consumimos y el valor a largo plazo de las elecciones que hacemos. El 2020 nos invitó a frenar y aprovechar una pausa impuesta. Tuvimos la posibilidad de mirar adentro y ser parte del cambio de paradigma.
De este modo, empezamos a cambiar el foco de nuestros intereses y nos encontramos con que estábamos físicamente llenos y espiritualmente vacíos. Así, comenzamos a re-conectar y re-valorar esas conexiones con nuestr@s pares.
Tomamos distancia de la vorágine cotidiana y de la costumbre conformista. Abrimos los ojos y nos preguntamos cuestiones más profundas y esenciales para nuestra felicidad diaria. Nos re-definimos como usuari@s, consumidores y creadores.
En el 2020 nos animamos, al fin y al cabo, a re-inventar la industria que tanto nos apasiona. Comenzamos a darle valor no sólo a las relaciones humanas sino a los espacios que ocupamos. Entendimos que la comodidad puede ser parte de nuestra rutina, eligiendo prendas y productos que nos faciliten la vida en vez de hacerla más complicada.
Gracias a esta crisis, la industria de moda está teniendo la posibilidad de re-nacer, a lo ancho y a lo largo del globo. Solo basta con animarnos a romper ciertas reglas y estereotipos que no concuerdan con las generaciones actuales.
La moda artesanal nos invita a ser parte del cambio, no importa el lugar que ocupemos.
Finalmente, se vuelve a mezclar el arte con la moda, permitiendo que los límites entre las disciplinas se disuelvan, y el público encuentre en esta fusión el poder de la sanación y el placer.
Posted by María Blardone. Comunicadora de moda y asesora de imagen.
