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LA INFANTILIZACIÓN COMO NEXO ENTRE UN ESTILO NOSTÁLGICO Y UN FUTURO SIN REGLAS

Tal como vamos comprendiendo nota por nota, la vestimenta es una herramienta de comunicación más. Tras la pandemia, much@s implementarán a las prendas y su utilidad como un arte.

Frente a tanta crisis e incertidumbre global, encontramos la tranquilidad en el pasado. Todo aquello que nos retrotraiga a la ‘normalidad’ de hace unos años será nuestra fuente de inspiración.

La crisis mundial trajo consigo grandes cambios radicales. Entre ellos nos plantó frente a nuestros ojos la comprensión de que el disfrute del ahora es lo único que vale. Así, es como descubrimos que no podemos seguir expectantes a que se presenten ocasiones ‘especiales’ para vestirnos como soñamos. Olvidamos la mirada del otr@ y nos enfocamos en nuestro placer.

Retomamos esa inocencia, libertad y valentía propias de la infancia. De este modo, la nostalgia se convierte en el motor que habilita la proyección a partir de la plena incertidumbre del hoy.

A la hora de combinar prendas y armar conjuntos nos encontramos con la posibilidad de jugar a ser alguien diferente dependiendo del día y estado de ánimo. Nos amigamos con el mix&match, con las combinaciones de colores y texturas atípicas, y con los recuerdos de aquella infancia nostálgica en la que lo lúdico, el disfraz y la ropa eran todos parte de un mismo universo sin límites.

El juego, el optimismo, la falta de obligaciones y la diversión es todo lo que hoy nos inspira y da esperanzas para imaginar escenarios futuros. Para much@s almas libres y sin tapujos, la vestimenta ya se está convirtiendo en algo lúdico que nos permite la expresión artística a través de una veta más.

La situación presente nos invita a volver (consciente o inconscientemente) a esa edad en la que las preocupaciones no eran reales, la vida era simplemente disfrute, y el escape a través del juego era la norma.

La nostalgia es el gran peligro que nos lleva a idealizar el pasado. No obstante, esa idealización es la disparadora de inspiraciones y recreaciones de estéticas infantiles que funcionen como una máquina del tiempo.

Luego de hablar tanto tiempo sobre la nostalgia, es necesario entender de donde deviene esta sensación y necesidad tan popular, que conecta tanto a nichos como a masas, que traspasa y conecta generaciones, culturas y realidades sociales completamente diversas globalmente.

El ser humano, en el sistema político que se ha sumergido, se encuentra atrapado en la búsqueda inalcanzable y culposa del placer. El disfrute pleno está mal visto… si no se sufre en el camino, entonces el resultado no es igual de satisfactorio.

Esta concepción retrógrada y limitante del placer, nos priva de la libertad, del disfrute, del encontrarse satisfech@s en ‘hacer nada’. Como adultos, nos sentimos inservibles, creemos que estamos perdiendo el tiempo y que ‘estamos perdidos y sin sentido’ cuando decidimos simplemente disfrutar de la vida.

El problema deriva de que si no hay una infelicidad, un vacío que llenar a diario con cosas materiales (así es como nos enseñaron a sentirnos ‘realizados’), el sistema socio-económico y político se caería en un abrir y cerrar de ojos.

Si supiesemos llevarnos a la adultez aquella capacidad de disfrutar de la vida, capacidad bien propia de la niñez, el juego sería parte de nuestro día a día.

Ahora bien, nos encontramos frente a una situación mundial de crisis. Esto radica en la necesidad de desconexión que tenemos debido a la insatisfacción y falta de control que genera la realidad global que hoy nos excede como seres humanos.

Entonces, qué mejor solución que idealizar tiempos pasados, tratar de replicarlos, inspirarnos en ese pasado que rememoramos como fantástico, y animarnos a re-significar estéticas que nos conecten con el juego y nos permitan sentir que el tiempo y el espacio se desfiguran.

Perder la noción del tiempo y el espacio es el objetivo de nuestra experiencia y estética lúdica. Ya que no podemos tener el control, preferimos darle lugar a una nueva estética que incorpora un entendimiento del ‘sin’ en la moda: el ‘sin edad’. Jugamos con los límites, con los materiales y los colores.

Abrimos paso a una moda en que las reglas se destruyen. Hoy en día, los límites entre la infancia y la adultez se desdibujaron. Las reglas se van disolviendo y, entre ellas, las reglas etarias.

Posted by María Blardone. Comunicadora de moda y asesora de imagen.

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